Los felices años 20 fueron de todo menos felices. Al menos en Estados Unidos, donde si bien aún desconocÃan que la realidad socioeconómica podÃa ser peor, antes del Crac del 29, el primer tercio de siglo no se sucedió en el paÃs con la delicadeza que ha dejado trascender la romantización de una época, cuanto menos, extraña vista con los ojos actuales. Ni siquiera hay que adentrarse en términos polÃticos o económicos para soltar un "What the fuck", basta con observar con qué se entretenÃan los estadounidenses hace un siglo. ¿Béisbol? ¿Fútbol americano? ¿Lucir su devoción patriótica de cualquier forma posible? No. Los estadounidenses disfrutaban electrocutando.
Matt Novak, escritor y fundador del portal 'Paleofuture', ha reunido una serie de artÃculos de revistas sobre tecnologÃa de la época donde se describe el electroshock como una actividad más en el dÃa a dÃa entre la sociedad de Estados Unidos: venganzas, experimentos, concursos… Cualquier motivo parecÃa bueno para subir los voltios.
AsÃ, por ejemplo, en el número de agosto de 1923 de la revista 'Practical Electrics', aparecÃa una lista de ganadores de un concurso de verano sobre la mejor historia de descargas eléctricas, por accidente o no. Nada de imaginación en estos relatos… Más bien dolor y más dolor.
Según explica Novak, entre las historias ganadoras habÃa "pescadores que casi mueren a causa de algunos cables aéreos, un reparador que sobrevivió a 4.000 voltios atravesando su cuerpo, un carpintero que recibió una desagradable sorpresa al cortar una tuberÃa y un conductor de tranvÃa racista que sorprendió intencionalmente a un pasajero".
Aquellos concursos, en realidad, no comenzaron entonces, sino décadas atrás, con la llamada "Guerra de las corrientes": en la década de 1880, entre Thomas Edison y George Westinghouse se generó una fuerte competencia por el reconocimiento a sus invenciones (o a las de otros compradas, ya que Westinghouse era empresario, no inventor, su disputa tenÃa que ver con las patentes de Nikola Tesla). Edison y Tesla habÃan descubierto formas de corriente eléctrica que podÃan comercializarse. Encender todo el paÃs, todo el mundo, un resultado que parecÃa alentador.
De esta manera, Edison y Westinghouse iniciaron una serie de eventos como combates a descarga que rodearon los inicios del enorme negocio en el que culminarÃa. Una pugna motivada por la introducción de los sistemas de transmisión de energÃa eléctrica en la sociedad mientras las grandes compañÃas esperaban obtener enormes beneficios, asà que cuanto antes llegara mejor. Dinero y ego dieron paso a la disputa con la introducción de la silla eléctrica como telón de fondo.
No es casualidad que este objeto de tortura comenzara a ser utilizada entonces para la aplicación de la pena capital, concretamente a partir del 6 de agosto de 1890, cuando el sistema penal estadounidense permitió la primera ejecución de una persona con este método. De aquel enfrentamiento no solo surgió un método de tortura legalizado, sino también el refuerzo a la posibilidad de venganza, o una simple forma de entretenimiento más. Aquello no era como una guillotina en la plaza, sino algo más sutil y, sobre todo, moderno. Curiosear la modernidad, aquello hacÃa feliz a algunos.
Los curiosos años veinte transcurrieron pues entre descarga y descarga, dentro y fuera de las cárceles: "Habiendo leÃdo varios artÃculos sobre el tema de las descargas eléctricas, generalmente escritos por aquellos que nunca sintieron la sensación, y habiendo tenido el placer de cruzar una lÃnea de 4.000 voltios y 60 ciclos, mi experiencia puede resultar de interés tanto para los experimentados como para los profanos", decÃa un lector de 'Practical Electrics'. Ganó el primer premio que la revista ofrecÃa, aproximadamente 270 dólares ajustados por inflación, es decir, 20.
Aquel curioso concursante, al menos, explicaba su curiosa hazaña con un mensaje: "Anteriormente, habÃa experimentado 440 voltios, pero creo que los 4.000 voltios son el mal menor. Los 440 voltios agarran y contraen los músculos en nudos, mientras que los 4.000 voltios provocan retorcimientos y, debido al alto voltaje, afectan los músculos y los tejidos de manera muy diferente. En mi opinión, la electrocución debe ser una muerte muy dolorosa y no tan rápida como se imagina".
En 1890, el sistema penal de Nueva York habÃa ejecutado a William Kemmler, era la primera vez que un estado utilizaba la silla eléctrica para llevar a cabo una ejecución. Los defensores de la electrocución, incluido Thomas Edison, pasaron años promocionando aquel nuevo método como rápido, efectivo, indoloro y humano, sÃ, humano. Con aquellos mismos calificativos los legisladores apoyaron más tarde otros métodos como la inyección letal y la ejecución por gas nitrógeno. Antes de ser asesinado, Kemmler apeló su sentencia expresando que la silla era un castigo cruel e inusual, pero la Corte Suprema de Estados Unidos la rechazó: "Los castigos son crueles cuando involucran tortura o una muerte prolongada", escribió la Corte, asegurando que la legislatura de Nueva York al promulgar el estatuto de la silla eléctrica habÃa tenido la intención de "idear un método más humano".
Más tarde, la electricidad recorrió el cuerpo de aquel trabajador en forma de accidente laboral que, entonces, solo valÃa para decorar concursos de este tipo, ya que no fue el único ni habÃa sido el único: pescadores que resbalaban sobre cables, carpinteros que se topaban con tuberÃas… Sin embargo, del accidente a la intención oscilaba el significado de la electricidad en sus primeros tiempos: un conductor de autobús racista empleó la electricidad para obligar a un pasajero a bajar del vehÃculo por ser negro. Obtuvo el segundo premio.
Según la versión del conductor, el hombre subió junto a otro y dos mujeres, todos "borrachos" y "dispuestos a tomar el vehÃculo" a lo que este respondió con un cable de unos dos metros de largo conectado con el poste del autobús. "Alargué la mano y tiré del cable hacia abajo, en ese momento él ya se habÃa apoderado de ambos rieles. Asà que puse el cable en el riel del otro lado del vehÃculo. En un instante dio una voltereta completa y aterrizó en la esquina".
Los felices años 20 fueron de todo menos felices. Al menos en Estados Unidos, donde si bien aún desconocÃan que la realidad socioeconómica podÃa ser peor, antes del Crac del 29, el primer tercio de siglo no se sucedió en el paÃs con la delicadeza que ha dejado trascender la romantización de una época, cuanto menos, extraña vista con los ojos actuales. Ni siquiera hay que adentrarse en términos polÃticos o económicos para soltar un "What the fuck", basta con observar con qué se entretenÃan los estadounidenses hace un siglo. ¿Béisbol? ¿Fútbol americano? ¿Lucir su devoción patriótica de cualquier forma posible? No. Los estadounidenses disfrutaban electrocutando.