Sara Cuesta Torrado - twitter

2022-05-21 09:49:14 By : Ms. Tina Yee

De las oficinas de Netflix al estadio de los Yankees. Del restaurante de la Ópera de Londres a la Universidad de Yale. Las creaciones de la firma valenciana Andreu World conquistan enclaves exquisitos.

Tres horas dura la degustación del menú en el restaurante Azurmendi, el tres estrellas del chef Eneko Atxa en Larrabetzu (Bizkaia). Los platos van y vienen. También las copas de vino. Y los camareros con sus elegantes movimientos. Solo el cuerpo de los comensales permanece inmóvil sobre su asiento. Cuenta el cocinero en el libro Comer bien sentado que buscaron una silla elegante y sobria, acorde con el estilo del local. Una silla cómoda y diseñada para olvidar su existencia, para dejar que su inquilino se centre en lo importante: la comida. Un modelo de la firma valenciana Andreu World.

Ese equilibro entre lo estético y lo funcional y su capacidad para adaptarse a los gustos y necesidades del cliente han convertido esta empresa en un referente internacional del diseño. Nació en 1955 como un pequeño taller de madera. Hoy genera 515 empleos directos e indirectos, exporta el 80% de su producción a 70 países y factura en torno a 50 millones de euros al año. Su mobiliario decora los espacios más privilegiados del planeta: restaurantes laureados como el Sake (Australia) o el Dos Palillos (Barcelona); las oficinas de Google, Twitter y Facebook, o las universidades de Princeton y Harvard. Tiene showrooms por medio mundo, desde EE UU hasta Japón, pero su cuartel general continúa en su ciudad de origen.

El olor a serrín y el ruido de la maquinaria envuelven los 60.000 metros cuadrados de esta central de Alaquàs (Valencia). La madera sigue siendo el material insignia de la empresa, con el que todavía fabrican el 50% de sus colecciones. La traen desde los Cárpatos de Ucrania, donde aseguran que todo lo que se tala se replanta. Allí secan los troncos, tallan las piezas y las envían a Valencia. Ya en España, se montan, se barnizan y se tapizan. Todo a mano. Es en este espacio donde se construyen cada una de las 240.000 sillas y 60.000 mesas que producen al año; desde aquí se envían los pedidos a cualquier rincón del mundo, y es también aquí donde Juan Tanco se siente en casa. Este ebanista de 66 años se acaba de jubilar como director de producción. Empezó en la compañía a los 14 como aprendiz de su fundador, Francisco Andreu. Y permaneció a su lado durante los siguientes 50, hasta que en 2017 su maestro y amigo falleció. Juntos vivieron la transformación de la compañía y vieron cómo aquel “tallerucho” (“así lo llamaba Paco”, recuerda Tanco) recibía el Premio Nacional de Diseño en 2007, tras reformar sus oficinas con motivo del 50º aniversario.

Una silla de comedor como la Carola ronda los 600 euros, y una de despacho como la Flex, los 1.000. “Apostamos por artículos atemporales y resistentes, que garanticen su durabilidad. Y buscamos ideas que gusten en todo el mundo, tanto en lo estético como en lo funcional”, dice el director de diseño, Sergio Chismol. La mayoría de sus 50 colecciones incluyen todo tipo de asientos, de banquetas a sofás. Cuentan con un catálogo de 3.000 telas, aunque el cliente puede llevar la suya propia. “Las combinaciones son infinitas”, comenta Tanco.

Se tardan casi dos años en fabricar una sola silla de madera Andreu World. “Seguimos secando los troncos de manera natural, lo que lleva meses. No aceleramos el proceso artificialmente porque con 50 años de experiencia sabemos que hacerlo puede restarle calidad”, explica Juan Tanco con el esqueleto de una silla en sus manos. Para otras tareas, sin embargo, el fundador, Francisco Andreu, apostó por maquinaria de última generación. “Solo para rematar esta pata hacían falta 12 pasos. Ahora tenemos un aparato que los reúne todos”. Con la introducción en 2010 de nuevos materiales, como el termopolímero, esa inversión en maquinaria dio un salto exponencial. Hoy utilizan impresoras 3D para reproducir los diseños y estudiar su viabilidad. Y deben adquirir o crear los moldes de las sillas, que suelen ser caros. “El de la Sail, uno de nuestros éxitos, superó los 300.000 euros. Pero se rentabiliza a largo plazo, porque con él haces tantas sillas como quieras”.

La fase final, la del tapizado, implica otro importante desembolso. “Creamos máquinas específicas que faciliten ciertas tareas, por ejemplo, de corte y confección”, señala Tanco. En estos departamentos, cada detalle cuenta. Cuando el equipo de costura termina un patrón, su coordinadora, Lorena Collado, lo lleva a la sección de tapicería para comprobar que la funda encaja en la silla al milímetro. Y repite esta acción con cada uno de los 500 patrones que producen a diario, tantos como sillas se montan. “Aquí todo se prueba. Como en una sastrería”.

La etapa de diseño también se puede prolongar en el tiempo. Como ocurrió con una de sus últimas piezas: la silla Nuez, de Patricia Urquiola. “Todo un desafío técnico”, recuerda el director creativo. Parecía imposible fabricarla por el acabado rugoso que buscaban, pero encontraron una empresa italiana que les ayudó a desarrollar un nuevo sistema de inyección para conseguirlo. Después de tres años de trabajo, la silla Nuez acaba de salir al mercado por 400 euros. “Esa inversión de tiempo y dinero resulta imprescindible para mantenerse a la vanguardia”, resume Chismol. Por eso reinvierten el 100% de los beneficios. “Ni siquiera se reparten dividendos a final de año”, destaca Jesús Linares, consejero delegado de la empresa y único accionista que no tiene el apellido Andreu. “El 95% de la compañía sigue siendo familiar, y la idea es que siga así”, explica Linares. Los dos hijos de Andreu forman parte del consejo de administración, pero no del de gestión. Si quisieran hacerlo, tendrían que contar con cinco años de experiencia en otra empresa del sector. Así lo dejó establecido su padre. “Algunos nietos de Francisco se están preparando para ello”.

Cuando en los años setenta Andreu decidió convertir su fábrica en una empresa de diseño, no se conformó con tener su propio equipo creativo. También encargó colecciones a diseñadores y arquitectos de referencia. Hoy, en las oficinas de Valencia cuelgan fotografías de cada uno, de Jasper Morrison a Nancy Robbins. Su vinculación con ellos ha reforzado la imagen de calidad que siempre buscó su fundador. En 2001, la compañía ya se había consolidado en el mercado europeo, y Andreu quiso darle una estructura más profesional. Contrató entonces a Jesús Linares como director general. El ingeniero puso en marcha medidas para incrementar el prestigio de la firma, como la creación del Concurso Internacional de Diseño Andreu World, considerado como uno de los certámenes con mayor proyección internacional para jóvenes talentos. Y ha llevado la firma a cada rincón del planeta. “Quién nos iba a decir a los que empezamos con Paco en el taller que nuestras sillas llegarían tan alto”, concluye Juan Tanco. “Es un orgullo”.

Redactora en El País Semanal desde 2016. Antes trabajó en Madridiario y en la Cadena Ser. Fue también productora del ‘podcast’ sobre nutrición BeOk y redactora en La voz de Galicia y la web enfemenino.com. Estudió periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y más tarde realizó el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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