Thor: Amor y trueno - La Razón | Noticias de Bolivia y el Mundo

2022-09-09 17:57:27 By : Mr. Bruce Zhao

Friday 9 Sep 2022 | Actualizado a 10:29 AM

Friday 9 Sep 2022 | Actualizado a 10:29 AM

La Paz / 25 de julio de 2022 / 15:42

El director neozelandés Taika Waititi dirige la cuarta entrega de la historia del Dios del Trueno de Marvel

Antes de este cuarto, despatarrado, capítulo dedicado por Marvel al personaje de Thor, el tercero: Thor: Ragnarok (2017), dejó la apariencia, aunque solo eso, de haber encontrado en el director neozelandés Taika Waititi el socorro requerido al urgente empeño de buscar y encontrar un sentido, más allá de las puras sumas y restas en los balances anuales de los dueños y beneficiarios de la franquicia extraviados en la cargosa reincidencia en estas aventuras de superhéroes enfrascados en un afanoso ir y venir, desnudo de cualquier sentido justamente. Que aquella era una fachada sin gran cosa detrás de ella deja pronto constancia esta deslavada vuelta sobre lo mismo sometida, pese a muy momentáneas salidas de tono, al molde macro del universo Marvel en el cual termina encajonada la al parecer deseada autonomía creativa de Waititi.

Ya entradito en años, y en kilos, Thor, el Dios del Trueno, originario de Asgard, tan idolatrado en las mitologías nórdica y germana cuanto aborrecido en la cristiana, está de regreso. Viene cargando en las espaldas los dolores y desconciertos del pasado, sobre todo la ruptura con su antigua compañera Jane Foster, doctora a la cual conoció en alguna de sus visitas anteriores a la Tierra. Mientras Thor anda por ahí en compañía del equipo de los Guardianes de la Galaxia intentando sentirse todavía útil, la trama presenta en sociedad a los otros dos personajes centrales del asunto.

Uno es Gorr, cuyas súplicas a los dioses para salvar a  su hija, a punto de perecer en el desierto, no encuentran respuesta. De modo que cuando finalmente la muchacha fenece, papá se transforma en un apóstata obsesionado por vengarse exterminando cuanta deidad se le cruce en el camino, afán que le permite ganarse por mérito propio el mote de “carnicero de los dioses”, si bien mata más bien poco, quizás debido a que los que ponen los dólares consideraron que una sobredosis de sangre podría ahuyentar a un porcentaje de los eventuales clientes, y entonces decidieron meter la cuchara, y la tijera. 

La otra es justamente la doctora Foster, aquejada de un cáncer terminal que intenta sin éxito combatir recurriendo a la quimioterapia, lo cual no obsta para que pueda convertirse entretanto en una superheroína de grueso calibre, equiparable al de su novio de antaño gracias a haber logrado reconstruir el martillo Mjölnir, valiosa arma de la que aquel se valía para poner algo de orden en el universo.

Totalmente fuera de sus casillas Gorr resuelve secuestrar todos los niños de Asgard para atraer a Thor y ponerlo a tiro de sus ansias vengativas. No imaginaba empero que debería enfrentarse en simultáneo a Jane y a la, insípida, Reina de las Valquirias, temible trío habilitado para rivalizar de modo aventajado con el enemigo que se les ponga enfrente a pesar de verse obligado a lidiar con diálogos impresentables y situaciones jaladas de los cabellos. Por ejemplo, contender con unas enormes y chillonas cabras que les son obsequiadas, tan solo para que el director pueda lucir su, dizque, ácida sorna a propósito de las peripecias de estos(as) paladines de historieta. Dicha socarronería colisiona todo el rato contra la indisimulable torpeza de Waikiki para mantener la tensión emocional, aparejada a su patente temor de arriesgar salirse siquiera por algunos minutos de los patrones diagramados por los vigilantes…. no de la galaxia, sino de la cadena de montaje de Marvel a secas.

La recién mencionada impericia se trasluce a lo largo y ancho del relato en la endeblez del amorío restablecido luego del reencuentro de Thor con Jane. No hay una sola secuencia creíble al respecto, dada la ausencia absoluta de emotividad en dicha relación entre el presuntuoso guerrero en decadencia y la modesta científica, dos seres a esas alturas similares a una copia al carbón de uno y otra, cuyo vínculo está vacío de la menor hondura. 

Es muy delgada la línea que separa la gracia de la caricatura. Sin embargo, salta enseguida a la vista cuando alguien optó por una o la otra, o simplemente cuando por descuido confundió la brocha gorda con el pincel, despiste inconveniente que acaba malogrando por entero el producto final. Peor aún si no es el único lapsus en el cual incurre el responsable de, para el caso, una película creyendo posible mixturar a discreción drama, plagado de golpes bajos, y comedia al punto que la criatura acabe dando la impresión de requerir una urgente visita al diván del psicoanalista. Algo similar a lo que ya acontecía con Jojo Rabbit  (2019) la despareja, aun cuando no exenta de matices atendibles, sátira del régimen hitleriano, que ayudó a catapultar a Waititi a la notoriedad,  si bien con una acogida que distó una enormidad de ser unánime, puesto que no escasearon tampoco quienes pusieron en duda, y al parecer tenían razón, la real afiliación del realizador a la autoparodia, sospechando que se trataba de una simulada maniobra de encubrimiento de la pretenciosa arrogancia detectable detrás de esa fingida tomadura de pelo a su propio quehacer. El súbito cambio de tono en el último tercio del metraje, cuando Waititi se olvida de pretender ser chistoso y opta por una gravedad discordante con lo que la pantalla ofrecía hasta ese giro, extrema las dudas acerca de la adhesión del director al sarcasmo.

La caricatura aflora insistente en las torpezas atribuidas a un Thor exhibido en el modo de un tonto inmune al más pedestre sentido común, en las ganas de los Guardianes de sacárselo de encima a la brevedad posible, así como en otros apuntes muy poco graciosos de verdad y que si de algo sirven es para reflejar la pronta pérdida de norte de un realizador atascado entre sus ambiciones y los bloqueos usuales de toda franquicia a cualquier intención de traspasar los rígidos límites establecidos mediante la repetición incesante de recetas ya probadas.

Parte de la crítica elogió la filmografía de Waititi dando por cierto que reflejaba una suerte de sapiencia para enterarse de que no siempre las cuestiones serias ameritan un abordaje solemne. Criterio atendible siempre y cuando ello no se traduzca en emprendimientos finalmente aguados en pseudo-parodias construidas a la rápida sin personajes con la menor densidad, sobre guiones de antemano desgastados debido a la repetición, por directores en piloto automático, enfocados ya sobre los proyectos que seguirán, si la taquilla y el humor de los productores así lo disponen.

Que ningún disparate le resultaba a Waititi prescindible a la hora de rellenar de cualquier modo Thor: Amor y Trueno puede constarse, entre otras múltiples evidencias, en el uso y abuso a mansalva en la banda sonora de los éxitos del grupo de rock  Guns N’ Roses, encajados donde caben a medias o no caben en absoluto.

Igual de dramáticamente incongruentes resultan las artificiosas, por no decir oportunistas, inflexiones del guion destinadas a orlar la trama de un acento feminista presuntamente reflejado en el hecho de encaramar a Jane en un pedestal de tamaño equivalente al de Thor en tanto titánicos componedores de los desbarajustes que asedian al cosmos, cual si se tratase de algo tan simple como mutar a las diosas mitológicas en superheroínas, dejando intocados los paradigmas, todavía en gran medida campantes acerca de los roles atribuidos a varones y mujeres en la historia pasada, presente y futura del género humano.

En varias fugaces instancias de la historia da la sensación de que Waititi coqueteó con la idea de  decir algo respecto al poder, al amor, a la responsabilidad, al sinsentido existencial, a la soledad, pero se acobardó al instante desembarazándose a empujones de la tentación mediante el paupérrimo apagafuegos de embutir alguna bobería “chistosa” e incoherente, desviando el curso del relato hacia las usuales peleas, cuyas causas le toca al espectador adivinar, si puede, y cuya credibilidad ya pasa a ser pura responsabilidad de los encargados de los efectos especiales a granel, otra coartada para esquivar sus responsabilidades como realizador, ciertamente no restringidas a los cambios incesantes de escenario para agilizar artificialmente las cosas.

La hechura de Waititi apunta de manera simultánea a los públicos infantil y adulto, no fuera a ser que los ingresos se vieran menguados dejando al margen a ningún aportante potencial a la recaudación. Así, a las múltiples incoherencias constatables a medida que avanza a tropezones el relato, se suma la de pretender jugar en simultáneo con la supuesta madurez precoz de los pequeños adictos tempranos a los videojuegos y con el infantilismo de los mayores, adictos a su vez a las sagas de nunca acabar hasta el infinito y más allá.

Figurativamente la película incluye unas cuantas, por demás escasas, secuencias visualmente atractivas, alternando con otras de una mediocridad insufrible lo cual no arredra a los fans que, dicen los números, disfrutan del producto, cautivos de una fidelidad blindada al menor reparo estético o de otra índole.

Como es costumbre en las sagas Marvel y similares, luego de los créditos saltan a la pantalla un par de escenas para avisar algo que se veía venir desde el primer minuto: “Thor regresará”. Si alguno de los dioses de donde fuera consigue sobrevivir al ímpetu aniquilador de Gorr que nos proteja, aunque tal probabilidad escasee, vistas las pálidas inclinaciones solidarias de aquellos.

Froilán Cosme expone la muestra ‘Metamorfosis de la Litósfera’ en la sala Taypi Qhatu del Museo Nacional de Arte

Por Miguel Vargas / 22 de agosto de 2022

Han pasado 35 años desde que la clásica serie de animación sobre He-Man llegó a la pantalla grande con ‘Masters of the Universe’

Por Juan José Cabrera Rivero / 22 de agosto de 2022

Pedro Pablo Guzmán es un importante engranaje del arte paceño: por sus manos pasan las obras de los grandes

Por Analiz Montaño Omoya / 29 de agosto de 2022

El artista visual y arquitecto Santiago Contreras Groux reflexiona sobre ‘Temperatura’, muestra de José Ballivián

CONTEMPORÁNEO. ‘Huaca’. Óleo sobre lienzo (195 x 107 cm).

La Paz / 4 de septiembre de 2022 / 17:41

Imagen uno: el tubo del óleo no se ha usado hace mucho tiempo, lleva más de dos años en desuso, la tapa está trabada por pintura seca. Si unx rasga esa película sólida, en el interior se deja entrever la materia del óleo de nuevo fresco y el dedo se mancha (hace tiempo que no pinto al óleo). Pintar al óleo tiene una cualidad especial, su temporalidad demanda paciencia, tarda en secar, y tarda mucho.

Imagen dos: la capa de pintura era tan gruesa que se estimaba que su interior seguía fresco, como si fuera el magma debajo de la corteza terráquea. Algo así me imagino con las pinturas hoy exhibidas en Puro Galería, obras de José Ballivián.

Su obra es inseparable de un mundo mezclado y una concepción abigarrada de la realidad local, de las costumbres y tradiciones arraigadas en lo popular y en las transformaciones sociales que lo global (pensando en sus intervenciones objetuales al sombrero de chola paceña con íconos, como el logo de Nike o las orejas de Mickey Mouse) genera en aquellas formas sociales asociadas a lo andino y originario.

En estos últimos seis años hemos visto transitar la obra de Ballivián del videoarte al objeto y la escultura, cuando su obra viajó a la Bienal de Venecia el año 2017. En 2018 el CCELP ayudó a producir una muestra individual con una gran cantidad de esculturas y objetos intervenidos, que tenían como uno de sus motores la transformación del textil, pensado usualmente desde las dos dimensiones y, en ese caso, aplicado a volúmenes relativamente amorfos. El cuerpo de obra luego sufre una segunda transición hacia el dibujo; aprovechando el legado conceptual proveniente de su trabajo en video y objeto, pone énfasis en esta dialéctica entre un mundo occidental globalizado y el choque de este universo con la ciudad contemporánea andina y sus muchas identidades y tribus urbanas.

Sus dibujos hacen evidentes las transformaciones y mutaciones de signos e íconos que aparecen en su trabajo: sombreros de chola, gorras Nike, arcángeles, toros de la danza Waka-Waka, y otros se hacen cuerpos, cual minotauros, estableciendo muy claramente cómo Ballivián entiende la confrontación cultural. Sus dibujos operan aprovechando el espacio vacío del papel para poder así resaltar los objetos y sujetos complejos que ha planteado y que son estrategias que ahora José ha traducido al lienzo.

La muestra de José Ballivián se titula Temperatura: la asociación directa podría estar ligada al color y a la temperatura del cuerpo cuando unx asiste a una fiesta o preste, a la temperatura de los cuerpos aglomerados, como si fueran acumulaciones de mixturas. El subtítulo, Entre líneas y puntos, hace referencia al objeto, a las máquinas, dispositivos o artilugios representados en sus pinturas y acercan a su trabajo a los objetos móviles, instalaciones y maquinarias “surrealistas” que sueña y luego construye Iván Cáceres (gran amigo de José).

En esencia, lo que Ballivián nos presenta son grandes masas o volúmenes compuestas de puntos de colores, que cual cúmulos de mixtura, son soportadas por líneas, varas e inmersas en un espacio plano de color. Ese espacio vacío que es una herencia del papel y sirve para equilibrar la densidad con que se aplican los puntos abigarrados de “mixtura” sobre el lienzo. La superficie limpia del fondo deja espacio para un universo repleto de información y caos propios de la mixtura (José denomina esto como “chojcho”). 

Yo veo en estas piezas una relación con la manufactura de la mixtura, producida reinterpretando los troqueles que fabricaban las viejas monedas y aplicando esa lógica a papeles con tintura, elaborando en un lento proceso los círculos de papel.  Esto es algo que quedó muy bien retratado en la obra de Maximiliano Siñani que también se interesó por la mixtura en una exposición de 2019 en el Museo Nacional de Arte. Años antes también Galo Coca tuvo una aproximación a la mixtura desde su factor ritual popular ligado a la fiesta y que parece ser un común denominador entre las obras de estos tres artistas paceños.

A mí me interesan los paralelos en la producción, ya que lo que ha hecho José Ballivián es manufacturar mixtura usando una maquinaria que ya no corta el papel dejando un trozo circular, si no que aplica el trozo circular (el óleo) directamente sobre el lienzo. Si la mixtura es una materia plana y laminar, la de Ballivián es casi una montaña, que se peina con la gravedad o resiste a su propia constitución. Si unx se acerca a ver cada pintura, los puntos se asemejan a las puntas del merengue de un pie de limón, cada punta desafiando a la física, tratando de no dejarse desviar de su centro geométrico. En este grupo de pinturas cada punta de un punto de color  resuelve una batalla con la verticalidad con que se cuelga la pieza, sabiendo que el interior, por debajo de la costra de óleo ya seco, está pues completamente fresco.

Esa traducción me lleva a una segunda idea: cortar papelitos, miles de papelitos, es una acción, demanda un tiempo y un cuerpo que poco a poco se insume en un estado, por así decirlo, de trance, y desplaza los pensamientos del artesano a posibles otros lugares, sitios y tiempos, puede, pero no garantiza un estado meditativo. En el caso de la pintura de José hay una cuestión que pareciera sumamente mecánica, similar a la de la máquina de troquel de la mixtura, que produce uno a uno cada punto que es materia misma, impregnando y conformando figuras y estadios propios. Cada punto se va juntando con otros y obedece a una lógica casi matemática para lograr configurar las sombras y la profundidad que los objetos parecieran tener.

Cada objeto representado, sea un globo, una huaca o una carpa, está reflejando  esa masa que la exuberante cantidad de mixturas constituye y que es un reflejo directo de la fiesta, el desenfreno y el delirio que de ésta emanan. Es curioso, sin embargo, que la técnica esté tan lejana de ese delirio al menos en lo que respecta a su producción. Esa contradicción baña a cada pieza de una complejidad escondida, ya que a simple vista unx se puede contentar con mirar puntos de colores, cuando en realidad la reflexión gira en torno al proceso de producción que está detrás de un preste y su visualidad. Esto le da a la pintura una cualidad dramáticamente corporal, asentada en la práctica misma de la pintura como la repetición de una operación, controlada por pequeños patrones diseñados para romperse, capaces de inducir al caos; sin quebrantar la meditación a la que una práctica así puede provocar en el artista.

Detrás del acto mecánico y detrás de ese cuerpo activado, detrás de la materia densa que hacen a las pinturas de José Ballivián cuerpo en sí mismas, hay también una secuencia lógica en las intenciones del cuerpo de obra hasta ahora producido, dominadas por reconocernos agentes diversos, barrocos a nuestra manera en esta Bolivia compleja. Temperatura es la necesaria para que el óleo seque debajo de la capa de pintura que Ballivián ha puesto sobre el lienzo.

COLOR. ‘Cumbiarock’. Óleo sobre lienzo (150 x 90 cm).

técnica. ‘Montoncito’. Óleo sobre lienzo (115X80 cm).

José Ballivián nació en La Paz. Estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes Hernando Siles. Ha participado en muestras individuales y colectivas desde 1999, entre las que destacan la 57a Bienal de Venecia en Viva Arte Viva, Pabellón de Bolivia, (Venecia, Italia); Bienal Sur (Buenos Aires, Argentina); Museo de Arte Contemporáneo MAR (Buenos Aires, Argentina); Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino + Macro (Rosario, Argentina); el Museo de Bellas Artes, (Salta, Argentina), entre otros; Museo Emilio Caraffa, (Córdoba, Argentina); Galería Metropolitana (Santiago, Chile); Galería OKK (Berlín, Alemania), Fashion Space Gallery, (Londres, Inglaterra), Wonderland (Arezzo, Italia), entre otros.

El director Jordan Peele nos tiene acostumbrados a sazonar thrillers de terror con toques de crítica social de forma magistral. En ¡Nop! (¡Nope!, distribuído por Andes Films) llena el condimentero con nuevos elementos: agrega western, comedia negra y ciencia ficción a su relato. Aunque a primera vista la mezcla no parecería convincente, como en la buena cocina, el filme combina texturas con precisión en un filme que, sobre todo, rinde homenaje al cine de género.

El rancho de Hayward es un lugar de adiestramiento de caballos actores de Hollywood. Se trata de un terreno inhóspito en que, la familia ha heredado por generaciones el oficio, pero la extraña muerte del padre pone en duda que los hermanos den continuidad a la empresa, eso hasta que extraños y terroríficos fenómenos empiezan a suceder al atardecer.

¡Nop!, escrita y dirigida por Peele y protagonizada por Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea y Steven Yeun, continúa por el tenso camino marcado por Déjame salir (2017) y  Nosotros (2019), aunque esta vez agregando un toque de comedia y sobreponiendo géneros con habilidad para lograr su cometido.

Nada está puesto al azar: unos extraños patrones de luz al iniciarse la cinta, un mono que enloquece en el set de televisión, encuentros cercanos del tercer tipo y la búsqueda de fama y dinero a través de las plataformas digitales se unen en una historia que desde el primer minuto crea una tensión que se va desarrollando en crescendo, tomándose su tiempo —cómo no— para la crítica social: desde la reivindicación de que el primer hombre registrado en una imagen en movimiento era negro, hasta la crítica a la crianza de animales para que actúen en películas.

Con un ritmo vertiginoso, que decae un poco en la parte final de la cinta, Peele refresca las historias de ciencia ficción con éxito, haciendo que el campo abierto y el cielo estrellado parezcan una verdadera amenaza.

* La exposición ‘Temperatura. Entre líneas y puntos’, del artista José Ballivián se exhibe en la Galería Puro, ubicada en la calle Enrique Peñaranda 1034, San Miguel, de La Paz. La muestra permanecerá abierta hasta el 11 de septiembre.

Fotos: José Ballivián y Sergio Bretel

Pedro Pablo Guzmán es un importante engranaje del arte paceño: por sus manos pasan las obras de los grandes

Por Analiz Montaño Omoya / 29 de agosto de 2022

El melómano Mario Eduardo Vargas escribe sobre la banda de Jazz que está de gira en Europa

Por Mario Eduardo Vargas / 22 de agosto de 2022

Esta intelectual y feminista boliviana rompió con todos los cánones de su época, pero su obra fue invisibilizada

Por Marcela Araúz Marañón / 4 de septiembre de 2022

El programa de arte Pinta Sud ASU exhibió una muestra individual del artista en Paraguay

La Paz / 4 de septiembre de 2022 / 16:02

Todas las camas del mundo tenían mosquitero”, es la premisa de la que parte Mañana amanece, exposición individual que el artista boliviano paraguayo Joaquín Sánchez exhibió en la galería BGN / ARTE de Asunción, en el marco del programa de arte contemporáneo Pinta Sud ASU, que se realizó del 1 al 7 de agosto en la capital paraguaya.  

Durante siete días, más de 25 exhibiciones integraron el circuito de Pinta Sud ASU en toda la ciudad, distribuidas en la zona patrimonial contigua a la Estación del Ferrocarril (Casa Pinta, Casa de al lado, Casa de Encomiendas), 18 galerías paraguayas, museos, centros culturales y espacios de arte independientes, informó la organización del evento.

El arte popular y el arte indígena fueron objeto de diversas muestras, así como de una serie de documentales. El programa incluyó también un ciclo de coloquios con referentes nacionales e internacionales, además una intervención urbana y una performance, un ciclo de cine nacional y un festival para niños.

“Las propuestas de las galerías fueron sorprendentes y tuvieron muy buenas ventas. Recibimos cerca de 30 coleccionistas que se quedaron muy impresionados con la calidad de los artistas paraguayos”, señaló Diego Costa Peuser, director de Pinta Sud. El programa incluyó la participación de galerías de Buenos Aires, Santiago, Montevideo y Miami.

El rol curatorial central de Pinta Sud ASU recayó en la escritora, crítica y curadora de arte Adriana Almada, quien fue acompañada por el colombiano Óscar Roldán-Alzate y la argentina Verónica Santalla como curadores invitados.

Almada fue la responsable de la curaduría de la obra de Sánchez, que reunió en esta muestra individual varias piezas relacionadas con el mundo del tejido y de la artesanía de Paraguay y Bolivia, entablando entre ellas un diálogo entre las culturas andinas y la guaraní.

Pinta Sud ASU es un evento que se sumó a las ferias Pinta, con más de 15 años de experiencia mostrando arte latinoamericano al mundo desde su lanzamiento en 2005 de BAphoto (Buenos Aires Photo), la feria de arte especializada en fotografía más importante de América Latina.

Este universo está conformado por Pinta Miami (EEUU), Pinta PArC (Perú Arte Contemporáneo), Pinta BAphoto (Buenos Aires Photo) y Pinta Sud ASU, organizados por un equipo profesional liderado por Diego Costa Peuser, gestor cultural especializado en arte latinoamericano. Con la participación destacada de Sánchez, se abrió una nueva puerta para difundir el arte boliviano en el exterior.

Foto: Joaquín Sánchez

Desde los corazones orgánicos pirograbados hasta los bordados en ñandutí, las obras de Sánchez ofrecen un diálogo de culturas

Foto: Joaquín Sánchez

Foto: Joaquín Sánchez

Foto: Joaquín Sánchez

Foto: Joaquín Sánchez

Desde una poética que integra lo biográfico, lo social, lo histórico, lo comunitario y lo político, Joaquín Sánchez ha ido construyendo su obra a lo largo de dos décadas.

Los saberes del tejido, sus tiempos parsimoniosos y la riqueza de sus imágenes introdujeron en su trabajo el mundo cotidiano, pero también ceremonial y fabuloso, de cientos de mujeres que, en Paraguay y Bolivia, tienen como eje de sus vidas la práctica textil. Es así que tules, bordados, encajes (especialmente el ñandutí) y lanas han sido parte material y conceptual de sus piezas, como ocurre con algunas de sus propuestas performativas. 

Joaquín Sánchez ha hecho de la travesí́a su modus operandi. Todo podría resumirse en la imagen del viaje, de la exploración continua por haceres y deseos, fantasía y documento, como puede verse en esta exposición que remite a los nudos centrales de su producción, a manera de pequeña antología.

Todo viaje genera una narración. Y si la verdadera narración, como dice el filósofo alemán Walter Benjamin, es una práctica artesanal elaborada “con el tejido de la experiencia vivida”, no hay dudas de que Joaquí́n Sánchez es un narrador que cuenta historias como quien ovilla y desovilla una madeja.

Froilán Cosme expone la muestra ‘Metamorfosis de la Litósfera’ en la sala Taypi Qhatu del Museo Nacional de Arte

Por Miguel Vargas / 22 de agosto de 2022

El artista visual y arquitecto Santiago Contreras Groux reflexiona sobre ‘Temperatura’, muestra de José Ballivián

Por Santiago Contreras Groux / 4 de septiembre de 2022

Por El Papirri / 4 de septiembre de 2022

La Paz / 4 de septiembre de 2022 / 15:47

Mr. Herpes Zóster llegó un día a casa con sus garras afiladas, clavó su pezuña en mi pulmón derecho, consiguiendo llagas y ampollas; invadió mi espalda un domingo de ascuas, aprisionó mis nervios, sometió mis movimientos y me postró en cama. Yo no lo conocía a este señor monstruo, nunca antes lo había visto ni en pintura, pero el carajo se entró sin permiso, aprisionando mis brazos, sometiéndome a la congoja. ¿Por qué escribir esto en un suplemento dominguero que se llama nada menos que ESCAPE? Pues porque no tengo nada que escribir, ni por dónde escapar… además, para contarles que teclear es ya todo un logro para este territorio usurpado. Zóster —mezcla de imperio romano/germánico— ha logrado que no retorne al escenario… y eso es demasiado.

Los primeros días creí que se iría pronto, pero no, decidió expandir sus dominios imperiales hasta la tetilla derecha, mandó sus ejércitos del mal agüero a tomar pulmón y costilla. Siempre a la derecha, este virus hitleriano me hizo creer entre sollozos que se largaría rápido, pero nada, pasaron semanas y el concierto en Café Arte Efímera ya lo tenía en la nariz. Mi nariz está bien, sin problema, el problema es que este gil de abril paralizó mi brazo derecho. Hoy mismo, a 17 días de la ocupación, escribo esto solo con la zurda —como siempre—, digo, como nunca, porque mi amigo al que aún no conozco, dueño del Café Efímera, me mandó pasajes y todo. Zóster se percató y espantó a mi guitarra, la espalda de la Sevillana raspaba el plantío de minas de llagas de la costilla generando un sonido hiriente, el colgador de la misma frotaba el pulmón con ampollas encendidas que me hacían arar. Ya son 23 días y nada, sigue el huevón este haciéndome suspender conciertos esenciales y presenciales: el 3 de septiembre con Alberto Plaza en La Paz, el 9 en el Paraninfo de Oruro, el 17 celebrando mi cumpleaños en el Mesón de Cochabamba, el 22 con los Bolitas en la Tirana y Olé.

¡Olé!, gritó el monstruo, haciendo caer todo con sus manotazos, como naipes voladores se derrumbaron los eventos, este gil de abril se adueñó de la mitad de mi cuerpo; la otra mitad está bien, menos mal, mal que mal estamos bien, pero no dan ganas ni de caminar. Zóster, licuadora maldita, azota mis vigores, deglute mis sueños, succiona mi brío, y con su ejército de sicarios ahora ordena no realizar ningún esfuerzo. Lo siento, no podré shempre festejar mi mes aniversario, estoy ocupado… pero de ocupación. Esas épocas de viva la vida pasaron. Ultimadamente Mr. Herpes Zóster somete a mi hígado, lo mastica, lo deglute, este carajo me hace arrodillar de dolor, de dolor de cuerpo, de dolor de nervios, de dolor de alma, cojudo y mierdas, “dejame, dejame de una vez; soltame, soltame que no ves, que me quiero ir, hacia el soool”. Todavía queda media página, mi zurda no da más. Pararé un cachito.

Vuelvo. La comandante Carolina ha organizado el EGAHZ con cuadros conocidos por su lealtad. Soldados revolucionarios de la nación Aciclovir contraatacan con bombas de pastillas y pomadas, recuperando territorio. Bombardean las zonas de fuego, secan las llagas. La comandante hace pactos multilaterales con los cañones de Lidocaína, con tanques de la nación Pregabalina que, con bombas de sueño, fortifican nuestras defensas. El EGAHZ es eficiente en sus líneas, en el día 25 de la guerra mi derecha trata de concertar con la línea enemiga. La negociación es débil, vuelve mi zurda al contraataque, se nota división en nuestras filas, el índice y el pulgar diseñan estrategias tecnócratas, el medio y el anular toman posiciones ultranacionalistas, el meñique quiere salir rajando sin saber que poco importa. La comandante Caro instruye: ¡Unidad, carajo! Si no, no llegamos, faltan 80 caracteres para acabar este manifiesto. Mr. Zóster manda a negociar a su canciller y el EGAHZ (por si acaso Ejército Guerrillero Anti Herpes Zóster) consulta a sus bases, no hay consenso, tampoco censo, solo este menso de Zóster que otra vez nos hace retroceder en un duro ataque derechista y por la espalda, debemos replegarnos: cuarto intermedio.

Día 31. Ojalá pronto acabe la confrontación y, —recuperando mis territorios—, pueda tocar tranquilo el 8 y 9 de octubre en el Teatro Municipal de La Paz. Sigue la guerra, sigue el dolor, pero las costras del desamor van cayendo, mis hojas de otoño riegan la tina de verano en la primavera de este invierno de nunca acabar. ¡Jallalla el EGAHZ!

(*) El Papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

El filme de 1987 del director Paul Verhoeven fue un éxito de taquilla que cambió la forma de abordar el cine de acción hasta esa época

Por Juan José Cabrera / 29 de agosto de 2022

El escritor británico de origen indio Salman Rushdie fue apuñalado a causa de su libro ‘Los versos satánicos’ (1988)

Por Juan Carlos Flores Escobar / 22 de agosto de 2022

El artista visual y arquitecto Santiago Contreras Groux reflexiona sobre ‘Temperatura’, muestra de José Ballivián

Por Santiago Contreras Groux / 4 de septiembre de 2022

Esta intelectual y feminista boliviana rompió con todos los cánones de su época, pero su obra fue invisibilizada

Viajes. David Crespo Gastelú y Gloria Serrano recorrían diferentes territorios: Él pintaba mientras ella escribía

Por Marcela Araúz Marañón

La Paz / 4 de septiembre de 2022 / 15:36

Como un escape egoísta al dolor que me iba a enloquecer (…) huyendo del vacío que dejara la ausencia del compañero que fuera todo para mí, escribí este libro”. Esa es la primera oración, abrumadora, en el libro de Gloria Serrano sobre el artista David Crespo Gastelú, que pronto tendremos en nuestras manos gracias a la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB) y el Museo Nacional de Arte (MNA), que han impulsado una férrea campaña para visibilizar los aportes de esta intelectual, quien durante décadas ha estado subterránea sin alcanzar el reconocimiento que merece.

Rosenda Caballero era su verdadero nombre, pero ella decidió adoptar el seudónimo de Gloria Serrano. Su entorno más cercano —así como quienes habitan el contexto de la plástica boliviana— sabe que esta intelectual fue un engranaje fundamental en la obra y trascendencia del icónico artista indigenista David Crespo Gastelú, quien fue su esposo.

El tiempo se encargó de desvelar el legado que esta mujer fecundó para la cultura boliviana. Hoy la FCBCB y el MNA son artífices de ese acto de justicia: ambas entidades  serán las encargadas de salvaguardar el corpus de la obra y la herencia de ambos, Serrano y Crespo Gastelú, gracias a que Ligia Siles Crespo —artista y nieta de ambos— donó dicho patrimonio al MNA. Además, la FCBCB impulsa la publicación de la biografía del indigenista, misma que fue escrita por su esposa Gloria. Esta obra inédita se llama: David Crespo Gastelú, el pintor del altiplano.

Ambas noticias buenas para la cultura del país se concretarán este año: por un lado, en octubre se realizará en el Museo una exposición que hará gala del patrimonio artístico de Crespo Gastelú y luego entrará a imprenta su biografía escrita por Serrano. “Ella ha estado invisibilizada, no cuenta entre las escritoras de su época, pese a que detrás de toda la obra de Crespo Gastelú está su aporte, una escritora que conjuga sus textos con la obra de su esposo”, relata la investigadora del MNA  Daniela Franco.

Franco fue parte del equipo del Museo que encaró la inventariación y la puesta en valor del patrimonio de Serrano y de Crespo Gastelú, pero también es autora del estudio introductorio que se publicará junto a la biografía del pintor.

En sus palabras, Serrano es una mujer que tuvo la entereza de desmarcarse de los cánones y roles limitados que se imponían sobre la mujer boliviana en el inicio del siglo pasado. Prosista, biógrafa, feminista y comprometida mujer de izquierda son algunos de los rasgos que introducen al perfil de Gloria Serrano.

GESTORA. Rosenda Caballero era el verdadero nombre de Gloria Serrano

Tapa del libro ‘Tierras del Kosko’

Obra de David Crespo Gastelú que fue pintada en sus viajes junto a Gloria Serrano.

Obra de David Crespo Gastelú que fue pintada en sus viajes junto a Gloria Serrano

Obra de David Crespo Gastelú que fue pintada en sus viajes junto a Gloria Serrano

Si vamos al inicio de su historia, advertimos que Serrano fue una figura que nació en un contexto de mucha precarización. Siendo huérfana y criada por monjas, con convicción se aproximó a la cultura y al arte por vocación propia. En esa búsqueda de acercamiento a los escenarios culturales es que llegó a formarse como profesora.

En un intento de consolidar su labor como profesora, conoció al artista y comenzaron a trabajar juntos. Eran una unidad: mientras ella se dedicaba a la narración y la escritura referidas a los lugares donde emprendían investigaciones (además escribía sobre crítica de arte), él representaba con dibujos y cuadros los acercamientos a los sitios y descubrimientos que tenían en tales investigaciones.

Ha escrito dos libros con Crespo Gastelú, Jirones collavinos —del cual no existen más ejemplares para su difusión— y Tierras del Kosko, que se hizo en un viaje a Perú. David hallaba siempre tema para pintar y Gloria escribía.

La restauradora Tatiana Suárez, quien era parte del equipo del museo que encaró la tarea de inventariar el notable patrimonio a ser donado, tuvo en sus manos no solo la obra, sino también la documentación, artículos y misivas que diferentes personajes enviaron a David y Gloria.

“Ella trabajó con grupos que no eran considerados en los círculos privilegiados de la sociedad de entonces. Por ejemplo, tiene un libro que se llama La Navidad minera, donde narra la vida en las minas y cuando campesinos y mineros estaban metidos en la misma olla y carecían de derechos. Era una cronista nata de principios del siglo XX”, expresó Suárez.

Gloria estuvo a la sombra de su marido: a ella siempre le caracterizó su modestia, por ello fue muy cauta y sencilla, dando paso a que sobresalga la imagen de Crespo Gastelú, cuenta Ligia, responsable de la Casa Museo David Crespo Gastelú, donde hasta hoy estuvo resguardado el patrimonio de ambos personajes.

David y Gloria tuvieron a su hija, Ada Crespo Caballero, quien tuvo dos hijas y una de ellas es Ligia, quien vuelca todo su amor por el arte y como nieta absorbe eso. “Yo era su nieta preferida, se dedicó mucho a mí. Yo tomé clases libres en la UMSA de Artes cuando aún estaba en el colegio, y al salir bachiller decidí estudiar Artes Plásticas. Entonces choqué con la negativa de mi padre, pero cuando le conté a mi abuela esa negativa, ella dijo ‘tú vas a estudiar lo que te gusta, sino se las verá conmigo’; una postura muy fuerte para la época tratándose de una mujer”, cuenta Ligia.

La pluma de Gloria Serrano fue fructífera. Ella escribió una biografía muy sentida sobre David Crespo Gastelú, el pintor del Altiplano. También tiene otra obra biográfica sobre Pedro Domingo Murillo, una obra de valiosa rareza, ya que está escrita en primera persona, y en la que relaciona a Murillo con Túpac Katari.

La conservadora Tatiana Suárez también considera que no hay que desmerecer su vida de maestra, porque dentro la documentación hallada está el registro de metodología que Serrano ha desarrollado para la enseñanza, por ejemplo, cuadernos de literatura para escribir. Ella ha formado generaciones.

Además, su vinculación feminista estuvo presente en publicaciones y misivas con varias mujeres de varios países de la región con las que mantenía un férreo compromiso y amistad. En este activismo, el pintor siempre la apoyó. Ciertamente, respaldaba el hecho de que ella accediera a espacios y tareas a los que solo los hombres accedían en esa época. El tema de las cartas era sobre todo el feminismo en diferentes países de Latinoamérica.

“Cuando murió Crespo Gastelú, ella escribió el libro y después dejó de ver a todo el círculo cercano, se encerró en su dolor. Ella ha usado riguroso luto hasta casi el final de su vida”, relata Ligia, la nieta de Gloria. “Después de la muerte de Crespo Gastelú, Gloria entra en un estado de abandono, ella apunta sobre todo a los grandes personajes que rodeaban la imagen de Crespo Gastelú. Ella escribe  a muchos: les pide que, por favor, le ayuden con dinero porque todos sus ahorros se gastaron con el médico para David Crespo”, cuenta Daniela Franco.

Pese a esa situación abrumadora, entre las maravillas documentales que el equipo del MNA encontró, figura una en particular: “Hay un cuaderno de dedicatorias que congrega a los indigenistas de la época, Jenaro Ibáñez, Guzmán de Rojas, Ramón Catari, Gil Coímbra, donde todos ellos la definían como una luchadora, dado que era una mujer de izquierda”, cuenta la investigadora Franco.

Gloria Serrano murió el 26 de septiembre de 1994, a los 89 años de edad. Daniela define claramente: “Lo interesante de esta escritora es que ella y su esposo son escribanos de su tiempo, hablan de figuras de todo lo popular y lo folklórico en lo andino, fiestas, escenarios que ya no existen. Ellos han retratado con su producción escrita y pictórica lo que acontecía en nuestro entorno”.

El escritor británico de origen indio Salman Rushdie fue apuñalado a causa de su libro ‘Los versos satánicos’ (1988)

Por Juan Carlos Flores Escobar / 22 de agosto de 2022

Un equipo de producción para redes sociales, una app de servicios de belleza y una forma de aprovechar los horarios en restaurantes

Por Marco Fernández y Miguel Vargas / 29 de agosto de 2022

Por El Papirri / 4 de septiembre de 2022

Pedro Pablo Guzmán es un importante engranaje del arte paceño: por sus manos pasan las obras de los grandes

Pedro Pablo Guzmán, artista paceño

Por Analiz Montaño Omoya

La Paz / 29 de agosto de 2022 / 15:34

Me reconoce porque al entrar a su taller hago uso del morfema diminutivo, tan del paceño, de llamarlo Pedrito. Su nombre tiene igual presencia y determinación que él. Sus padres lo bautizaron de esa forma en honor al día en que vio la luz por primera vez y que coincide con la solemnidad del día de San Pedro y San Pablo.

Nacido en La Paz el 29 de junio de 1963, Pedro Pablo Guzmán Rocha ha dedicado gran parte de su vida a crear, a plasmar su arte en diferentes formatos desde el año 1986, y aunque en algunos momentos de su vida ha hecho pausas para orientar su camino hacia otras ramas, como la odontología, siempre ha vuelto a su lugar incondicional: el arte.

 Ir a visitarlo es toda una experiencia. Entre mostrarle una obra nueva, comentarle el lugar donde pienso ubicarla, escuchar sus primeras sugerencias de colores y formas con que trabajará en ellas y contarle alguna idea descabellada que se me ocurrió para crear alguna pieza de arte, termino haciendo terapia con un genuino y fantástico artista.

Su primer acercamiento hacia los fines estéticos y simbólicos de la visión sensible del mundo fue en 1984, cuando trabajaba en serigrafía junto al artista Gastón Ugalde en un diminuto taller ubicado en el barrio de San Pedro, detrás de la cárcel de la sede de gobierno, y desde entonces, su ruta de creación artística ha tenido innumerables ciclos que siempre lo han llevado a sumar experiencias y aprender. Para él, este último verbo es lo más importante y valioso en la vida: “aprender a diario, nunca saciar la sed del aprendizaje”.

Gracias al incondicional apoyo y el excepcional esmero en promover el arte boliviano, Norah Claros y Tanaz Campero fueron el real impulso y aliento para que Pedro oriente su imaginación y sensible tacto hacia el arte a través del trabajo que hizo junto a ellas durante muchos años en el Espacio Arte Nota.

A su actual lugar de trabajo —ubicado en el bloque K de la calle René Gabriel Moreno, en la zona de San Miguel de La Paz, y en donde forja a diario innumerables revelaciones de arte y filosofía desde hace siete años— le otorgó mucha luz natural, un elemento por demás prioritario que fue herencia de una de las muchas conversaciones que sostuvo con el artista Ricardo Pérez Alcalá, quien siempre priorizó la luz natural en sus áreas de creación. “La única manera de ser fiel con los colores de una obra es iluminándola con la luz natural”, sostiene al recordar ese episodio.

Se considera algo desordenado, pero esta noción termina siendo muy ambigua: el desorden es una manera incorrecta de —según un criterio determinado— estar dispuestas las cosas o las personas en un espacio. Pero ese su espacio excede cualquier tipo de norma u orden; el lugar que habita durante 10 u 12 horas al día es un universo ordenado con una alta alteración, una insubordinación, de cualquier principio que sea simple, plano y silvestre.

Entre la materia prima, Pedro luce obras de arte, tanto suyas como de otros artistas

La creatividad de Pedro Pablo Guzmán destaca en cada esquina de su taller de enmarcación. Foto: Rodwy Cazón

“Puede ser desordenado, pequeño, sin forma, pero es pulcro”, comenta con total firmeza después de recordar pasajes compartidos con Roberto Valcárcel. “De mis charlas con el Roberto me quedo con su disposición de inspirarse sobre lo cotidiano y llano, la importancia del color, del color real, del color sensible y con personalidad, pero sobre todo, de la pulcritud a la hora de plantear ideas, no de ponerlas en práctica, sino de aterrizarlas y crearlas”, recuerda. Compartió poco con el artista paceño fallecido el año pasado en Santa Cruz, pero lo suficiente para traerlo de inspiración al momento de plantearse una nueva obra.

Hablar de su familia es definitivamente su lugar feliz. “Me casé mayor, pero enamorado”, replica y sonríe cuando se refiere a sus dos hijas y su hijo: Marcela, Sabina e Isaías. “Mi vena artística la descubrí sin buscarla, y espero que mis hijos, a través de la música que compartimos, las obras que visten las paredes de mi casa y las reflexiones que participamos alrededor del arte permitan que su sensibilidad y tacto artístico las y lo acompañe en el camino que decidan”. Este es un ejercicio particular entre ellos y él, ya que su esposa, Tania Erazo, es muy cauta y no interviene mucho en esos espacios. Para ella, Pedro ha fabricado un peculiar regalo que acompaña la frase: “Harta del Arte”, y es que su pareja es parte determinante de los últimos 20 años de su carrera como artista.

Objetivamente, su orientación artística está representada por el dadaísmo, movimiento artístico de vanguardia que manifiesta una corriente de protesta, la oposición al positivismo y al pensamiento basado en la razón. Y es que, claramente, sus obras son producto de pensamientos urbanos, conceptuales simples y con una extraordinaria capacidad de expresar de manera irónica y satírica el lenguaje intrínseco que posee cada objeto.

“Bienvenidos a teoría, porque en teoría, todo está bien”. Este mensaje, como otros tantos, compone su infinita serie de obras plasmadas en simples retazos de madera y letras brillantes de colores que lo acompañan en su mesa de trabajo. Estar al borde de ella es casi sentarse en un diván que  invita a descontraer cualquier pensamiento racional y dejarse contener por sus símbolos físicos, es estar en  presencia de un templo sagrado, con juguetes de plástico amarillo de la época de antaño, muchos torsos de mujeres desnudas y particulares formas convertidas en personajes irreales. Estos elementos son una mínima expresión de lo que significa su macromundo artístico.

“Mi arte es embellecer el arte del otro, eso sería explicar lo que yo hago. Aunque nunca pude estudiar en un aula de arte de manera explícita, sostengo que lo bueno que uno hace, cualquiera sea el medio y el modo, mientras se realice con ganas, es arte”. Se declara blusero, pero la música clásica lo contiene y le da calma. Y es que en su oficio, de tanta precisión y total detalle, debe tener de fondo melodías que no solo lo acompañen, sino que le den un ritmo sereno a su impecable trabajo.

Pedrito tiene una fijación especial con los relojes. Él considera que es porque jamás le dio poder al tiempo: admira la maquinaria y complejidad de aquellos objetos más que lo que representan.

Se considera un total fanático, entusiasta, casi apasionado admirador del cuerpo de la mujer. “No hay nada más perfecto y glorioso que el torso de quienes crean vida”, se convence de la frase mientras mira alrededor sus tantas obras inspiradas en ese concepto y sonríe. ¿Cabe alguna duda de lo genuino que es?

Un loco de remate, un artista legítimo, un auténtico forjador de belleza, creador de lo exquisito y original, un gusto adquirido y un capital invaluable para la historia del arte en nuestro país.

¡Ah, sí! Y también es enmarcador.

El melómano Mario Eduardo Vargas escribe sobre la banda de Jazz que está de gira en Europa

Por Mario Eduardo Vargas / 22 de agosto de 2022

Por El Papirri / 4 de septiembre de 2022

Han pasado 35 años desde que la clásica serie de animación sobre He-Man llegó a la pantalla grande con ‘Masters of the Universe’

Por Juan José Cabrera Rivero / 22 de agosto de 2022

Competirán el fin de semana en Italia en dos pruebas ...

El ataque fue seguido por intensos combates entre ellos y ...

Mundo | Por AFP / 9 de septiembre de 2022

Hassanal Bolkiah, considerado uno de los hombres más ricos del ...

Mundo | Por AFP / 9 de septiembre de 2022

Este sábado, Swiatek tendrá la oportunidad de sumar su primer ...

Por AFP / 9 de septiembre de 2022